lunes, 21 de enero de 2013

YOGA.


No fue decisión mía (casi nada en mi vida lo ha sido). Fue Pablo el que nos apuntó a Casta y a mi, y encima nos dejó pagado el primer mes de clase. El lo había probado y casi casi había "visto a Dios". Quería compartir con nosotros los beneficios del Yoga (cosa que le honra). Me dijo que para mi espalda me iría muy bien, y que me hacia falta después de llevar siete años corriendo y no haber estirado nunca.
Este es mi tercer curso (durante los dos primeros años , iba dos veces por semana, alternado dos estilos de yoga muy diferentes, aunque eso de lo de los tipos de yoga también es discutible, yo creo que hay tantos tipos de yoga como personas lo practican, y en el fondo son todos lo mismo) y lo cierto es que no he ganado elasticidad y la espalda me sigue doliendo, pero no quiero ni imaginar como estaría si no hubiese ido a esas clases, sin pirarme ni una. Estaría más enroscado que un caracol.
- "Es Jueves, es tu cumple, son las nueve de la noche y vienes a clase...  A ti,digas lo que digas, te gusta el yoga..."
Pues no. No me gusta. pero reconozco que aparte de practicarlo por mi espalda, el yoga tiene algo que me atrae. Y debe ser que no realizo ninguna otra actividad en la que necesite concentrarme tanto y poner tanto empeño. Hay muchas otras actividades que me satisfacen mucho más que las clases de yoga, pero no tengo que dedicarles tanta atención. Pongo (o trato de poner) los cinco sentidos en las asanas, aunque es imposible no despistarse de vez en cuando, porque entre que no soy capaz de identificar ninguna de las posturas cuando las nombran en sánscrito y tengo que mirar al resto de la clase para enterarme y que si relajo el abdomen obviamente se me caen las rótulas; si aflojo la garganta se me dispara el coxis; si suavizo la mirada se me escapan los trapecios... Pero me agrada el tener que estar tan pendiente de los detalles, y sobre todo, sobre todo,  el no tener  que hacer otra cosa a la vez, el no tener que hablar ni preocuparme de nada más que de las sensaciones físicas. Lo de conseguir ejecutar una asana correctamente, como en el chiste: ¡eso ya debe ser la coña! pero hacer bien o mal la postura es lo menos importante (con mis limitaciones físicas, mejor me lo tomo así). Lo realmente importante es aislarse, parar el cerebro (o por lo menos ralentizarlo) e intentar llevar toda la atención a una zona o  músculo concreto y "estar" en la asana. He hablado apropósito únicamente de la parte física, dejando a un lado los posibles beneficios espirituales pero eso da para otra entrada aparte.
Por eso, y para hacerles la pelota - a ver si leen esto y me regalan un par de cuotas o tres- , les doy las gracias desde aquí a mis pacientes y amadísimos profes: - "Hariom tasham! (o algo así).

4 comentarios:

calmaleón dijo...

No se por que me suena, esta forma tan idiota de empezar con cosas que realmente ayudan en la vida.. empezando sin ninguna confianza de ningun tipo, pero con resultados brutales.
Calmaleon desde su escepticismo, nunca hubiera confiado en esto pero como probar es lo suyo, pues se lanzó y ahí le tienes asana hey! asana ha!
preciosa carta explicativa...

un abrazo sincero

Spaghetti dijo...

Concéntrate, seguro que lo consigues.
Haz todos esos ejercicios por mi, para que yo no los haga...no podría, pero me sentarán bien si los haces tú por mi. Ya te diré si me llegan las vibraciones a mi espalda.
bssoss

Daniel F. dijo...

Pues a mi me gustaria apuntarme a algo así, puede que me sirva de algo... Un saludo KOKI

Un yogui en Cuatro Caminos dijo...

Es verdad que es difícil practicar yoga por lo concentrado que hay que estar. Lo más curioso es que cuando terminas y sales te encuentras descansado, más erguido, contento de haberlo hecho y a gusto.
Y si no te asusta el esfuerzo, repites y vas sintiéndote mejor cada vez.
Me ha gustado como cuentas tu experiencia. Gracias.