Intentamos entendernos unos a otros. Pasados los cuatro o cinco años, empezamos a suponer que están pensando los demás, y según va pasando el tiempo, mejoramos la técnica y llegamos a creer que conocemos los motivos que llevan a los otros a tomar sus decisiones. Totalmente imposible. Es jugar a los adivinos.Nunca hay solo una razón para nada, ni tan siquiera para el más insignificante de nuestros actos. Cualquier decisión viene precedida por mil y una razones, algunas obvias y lógicas, otras sutiles e inconscientes. A veces conocemos algunas de esas causas, otra veces creemos conocerlas.
Si se trata de nosotros mismos las elucubraciones pueden tener un alto porcentaje de acierto. Cuando se trata de los demás generalmente no tenemos ni puta idea de los porqués ni de los motivos que le han llevado a zutano a hacer tal o cual cosa, a decir o a callar esto o aquello, o a actuar así o asa.
Por eso es tan inútil y tan tonto sacar conclusiones sobre los actos y las decisiones ajenas.Vaya usted a saber sus porqués. La teoría es fácil, la práctica es ya otra cosa.
1 comentario:
si no lo hubieramos hablado, te podría quitar la razón... de esta manera, solo decir Amén
Publicar un comentario