
Se asoma a la ventana, mira la oscuridad del patio y trata de llenar sus pulmones de ese aire de mediados de marzo o de finales de junio. Apenas hay estrellas en el cielo y una nube de dudas e inseguridades cubre la luna menguante. Siente un insondable vacío en su interior (si entonces supiese de la existencia de los agujeros negros, no dudaría en definirlo como tal). La tristeza surge tan del mismísimo centro de su ser, que cree notar como la irradía a su alrededor. No hay explicaciones ni motivos, es algo más visceral que racional, es algo primario, que podría intentar definir como inseguridad, como temor, pero sobre todo como nostalgia. Nostalgia de no sabe el qué. Nostalgia de no sabe cuando.
Treinta y tantos años más tarde ya no escucha lo silbidos de los trenes, pero a veces, sobre todo en los cambios de estación, repentinamente le asalta esa emoción infantil y vuelve a preguntarse de que lejanos territorios le puede llegar esa espesa angustia, vieja e inmortal.
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1 comentario:
El ferrocarril ya no "pita" y muchas veces divide territorios en vez de unir a las personas...
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