jueves, 19 de enero de 2012

NACEMOS Y MORIMOS SOLOS.



Te ahogas. Sales al balcón y gritas a pleno pulmón que necesitas ayuda, que no eres ni la mitad de fuerte de lo que aparentas (una veces queriendo, la mayoría sin pretenderlo).
Chillas y te desgañitas y ves cómo la gente pasa sin mirar arriba. Nadie le importa a nadie. Cada uno va a lo suyo, menos yo que voy a lo mío. Se nos olvida que somos "los demás" de los demás.
Entonces llega a casa tu pareja y con tus escasos recursos fonéticos le pides socorro, le dices que ya no puedes más y ella se zampa tu señal de SOS con una pregunta: "¿Qué te parece lo del capitán del Costa?".
Sales a la calle buscando algún ruido que te integre en el todo. El aislamiento esta a punto de estrangularte cuando te tropiezas con tu amigo del alma y te tiras a su cuello. Te dice que sí, que qué le vas a contar a él, que otro día habláis que llega tarde al cine.
Como último recurso en una de las últimas cabinas telefónicas (especie protegida) llamas al teléfono de la esperanza y pi-pi-pi-pi-pi da comunicando.
¿Qué te extraña?, al fin y al cabo, digamos lo que digamos para consolarnos, todos nacemos y morimos completamente solos.


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1 comentario:

Daniel F. dijo...

A mi la soledad me gusta, para lo que hay que ver..