lunes, 23 de septiembre de 2013

Y NO TE CANSAS.

Lo intentas, y no puedes. Aprendiendo a desaprender. Y a la vez ansioso por seguir probando, no tanto ganando conocimientos como acumulando experiencias. Atento a esos vericuetos del cerebro. Esas reacciones impredecibles. Esa conversaciones de terraza. Esas clases gratuitas (robadas casi a mano armada). Al final de cada calle una esquina y ¿por qué no?: una sorpresas mil veces imaginada. Un consejo inoportuno. Me cuentas. El sonido de las ideas. Te cuento. Una señal de humo un día sin apenas viento. Nos contamos. Ese sol blandito del atardecer. Esa copa de vino. Esa foto descuadrada. Ese abrazo espontáneo, sin intención. Y cada día con sus nuevas oportunidades. Con sus múltiples dones. Y esa mala costumbre, ancestral, grabada a fuego en nuestro ADN: la queja. El sempiterno descontento. Y no. No es eso.Es justo al revés. Si la expectativa puede ser el caldo de cultivo de la infelicidad, la ilusión es el motor del triunfo. Esas miradas que lo dicen todo. Esos secretos que no excluyen a nadie. Y de golpe entrevés o imaginas que tú eres ellos, porque tienes la certeza de que ellos son tú. Ya lo dice Alberto Cortez: "somos los demás de los demás". Nada y todo. Y ese segundo de clarividencia donde vislumbras no sabes qué, porque no hay necesidad de saberlo, basta con intuirlo.Y pides otra oportunidad. Una bola extra. Y otra más. Y bonus extra. Y te arriesgas al doble mortal con tirabuzón. Todo vale con tal de no llegar al "game over". No te cansas, y no quieres cansarte. ¡Es todo tan incomprensiblemente bello!.

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