ARNICA COMPOSE

Dos por las mañana antes de desayunar, dos al mediodía antes de comer y dos por la noche antes de cenar. Vienen en un frasquito de cristal semi transparente, color caramelo, sin etiqueta ni inscripciones, con tapón de rosca blanco, y con un trozo de algodón para evitar que las pequeñas pastillitas blancas se rompan al chocar unas con otras. Al agitar el envase el ruido es justamente el que esperabas oir antes de hacerlo. Mejorar no mejoro, pero todos los días repito el gesto del suicida o del enfermo terminal visto y asimilado de infinidad de películas y series de televisión. Desenroscando con máxima atención el tapón, inclinando el frasco con la mano derecha y dándole pequeños golpecitos con el índice en la base, mientras la palma de la izquierda forma un cuenco para recibir, sujetando el tapón entre el índice y el pulgar, las dos o tres pastillas que salen suavemente y después volcándola, devuelve al recipiente la pastilla descarriada que forma trio en vez de la recomendada pareja y terminar enroscando pausadamente la tapa con la mirada perdida. No puedo evitar repetirlo toma tras toma. Estoy convencido que si el formato del envase fuera otro, tipo tableta por ejemplo, mi ritual seria otro completamente distinto. Soy incapaz de hacerlo de otra forma menos teatral, mas espontánea. Es uno de esos muchos "gestos aprendidos" que guardamos en el subsuelo de la coronilla.

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