sábado, 3 de enero de 2009

LUCIA SE FUE EN VERANO


Se siente tremendamente solo. Va a la cocina y se pone un vaso de agua. Al beberlo tiene la sensación de que el agua cae a plomo y hace demasiado ruido al atravesar su traquea, se debe sin duda al opresor silencio que habita la casa. Podría incluso oír los latidos de su gato, si lo tuviese. Nunca quiso animales, es una responsabilidad demasiado grande para un desastre tan monumental como él. Ahora se arrepiente. Le vendría bien poder quejarse a alguien. Tal vez, después de recoger un poco la casa vaya al centro comercial y se compre un gato o un perro. Mejor una gato, piensa, son animales más limpios, más independientes y sobre todo más cómodos. De todas maneras si va a salir, lo mejor será que se afeite y se cambie la camisa por un polar. Mantiene la esperanza de no reconocerse al mirarse en el espejo del lavabo, espera ver la cara de un pobre desgraciado que le resulte completamente ajena o al menos que diste mucho de la imagen que tiene de si mismo, pero para acentuar aún más su sentimiento de desamparo, se ve y se reconoce. Indudablemente es él. Pocas veces ha sido tan consciente de su reflejo, de su propia identidad. Ahí esta esa cara anodina sin los arañazos inevitables de la vida. Ese mirar vacío. El cuarto de baño es demasiado frío y su cara demasiado vulgar. En ese instante, cuando en la radio de alguna casa vecina dan las señales horarias, es consciente de que hoy tampoco se afeitará ni saldrá a la calle a buscarla. Todo esta perdido.

1 comentario:

Teresa dijo...

Concho, empecé un cuento (destinado a un concurso) con un individuo en un espejo... será porque todos nos sentimos muy solos.

Los gatos no me gustan, serán más limpios, pero arañan y sus arañazos escuecen un montón... prefiero un perrete... GUAU GUAU (se deben hacer un montón de relaciones sociales sacando al chucho a aliviarse)