Fue fantástico. Me llamabas por teléfono, igual que aquel día que me llamaste a la oficina para despedirte antes de irte a Asturias y yo no estuve al nivel. Ni tan siquiera supe escuchar entre palabras (o leer entre lineas) el autentico motivo de tu llamada. En el sueño, me llamabas otra vez a la oficina y me hablabas muy
bajito, volvías a avisarme de tu marcha. Pero esta vez yo te rogaba que no te fueses. Me daba vergüenza expresarte mis sentimientos, pero aún con todo trataba de hacerte ver lo que significabas para mí. Esta vez no iba a cometer
el mismo error, te
volvía a tener. No
podía dejarte ir de nuevo.
Habías vuelto de la muerte y era tan maravilloso escucharte... Tu voz sonaba tranquila, dulce, pero con el timbre indudable de la determinación. La
decisión estaba tomada. Mi sufrimiento
crecía por momentos,
enroscándose alrededor de mi pecho. La pena me ahogaba.
Volvió en el sueño la casa de Grao. Como siempre con dos plantas, o tal vez tres si contamos el
ático. Casa aislada,
semi derruida, con escaleras desvencijadas de madera. Tan entrañable y a la vez tan irreal, tan poco parecida a la autentica.
Durante un rato fui
inmensamente feliz oyendo tu voz y
sabiendote viva (aunque era consciente de que
volverías a morir porque no
consentirías en
dejar de fumar, pese a ser tu también consciente de tu
próximo final), después, a tu partida el dolor me
quebró el alma. Desperté
añorante. Necesitado de tu amor. Vuelve por favor otra vez esta noche a mis sueños. Te espero.
1 comentario:
Precioso rodrigo
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