martes, 21 de octubre de 2008

¡BUENOS DIAS!

Vale. Venga. Resulto anacrónico, obsoleto, antediluviano, un carca, un dinosaurio... Pero coño, en aquellos tiempos del pleistoceno teníamos un mínimo civismo. La labor de educar a los críos recaía en su familia. En el colegio, los maestros(palabra tan pasada de moda como yo, pero tan hermosa que me niego a dejar de usarla) enseñaban otras cosas: a sumar, a leer, las capitales de Europa, a distinguir los tipos de columnas de la arquitectura clásica... Pero lo que es la educación en si, se enseñaba, o más bien, se mamaba en casa.

Lastima que hayamos dejado de beber de esa bendita ubre. Sin ella somos tan solo animalitos bípedos. Me niego a prestar atención a alguien que se dirige a mí sin cumplir con la más básica norma de civismo que es el saludo. ¿Por que habría de adivinar que se dirige a mí y no a cualquier otro cuando de golpe y porrazo me espeta "¿donde esta la calle San Lorenzo?". Pues no. Sí lo sé, pero no me da la gana de decírtelo, pedazo de animal.

No será por falta de fórmulas establecidas. Tenemos cientos. Desde el manido "buenos días" hasta el simplista "hola" o el mas formal "disculpe, podría usted".

Estos pequeños gestos de saludar, ceder el asiento, dar las gracias, pedir por favor, dejar salir antes de entrar... liman las asperezas del roce diario entre los hombres. Consiguen que los continuos encuentros entre seres humanos se lubriquen como los émbolos con el aceite y no produzcan chispas. Y ya sabemos (Heroes del Silencio nos lo recordaban en su Avalancha) que todo arde si se aplica la chispa adecuada. Así que o empezamos a educar a nuestras bestezuelas o acabamos todos chamuscados como cabrones.

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