
Pueden ser dos millones, tres millones, o como si son los 46 millones de
españolitos los que cada martes se tragan el tremendo bodrio de "Gran Hermano". Me niego a aceptar que eso sea la televisión del futuro y la televisión que realmente nos gusta. Podría llegar a aceptar su formato, aceptar incluso que los participantes no son todos unos mermados mentales, pero lo que me resulta completamente infumable es el derroche de vulgaridad y
chavacanismo que cada noche se empeña en desplegar (como
mercancía de verdulera en
mercadillo) ante las
cámaras esa momia arrugada disfrazada de
barriguitas de famosa que no para de mirarse el ombligo y alardear de lo gran periodista que es y el magnífico programa que presenta. Por favor... hacen que uno llegue a echar de menos a Carrascal y a
Hermida presentando juntos un interminable "
telemaraton".
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