viernes, 20 de noviembre de 2020

GASOFA-MAN


 

"¿Qué ponemos caballero...?"  Esta es la frase que ultimamente más repito a lo largo del día. 

Este verano, después de 27 años viviendo como un marajá, cerramos la agencia de viajes. Fueron unos meses difíciles y estresantes. En octubre, con trámites del cierre aún pendientes, me pusé a trabajar en una inmobiliaria. Aunque me trataron genial y el trabajo era bonito, no era lo mio: es un mundillo excesivamente agresivo y muy rápido, siempre corriendo de un lado para otro. Estando allí me salieron algunas ofertas más, pero todas enfocadas al mundo comercial, con sus viajes y sus días fuera de casa y promesas de buen sueldo a cambio de los tan ansiados "objetivos de ventas". No me veía preparado para ello y no tenía ni pizca de ganas de meterme en esos berengenales. El cuerpo me pedía menos rock and roll y algo más de calma.

En esas, me enteré de que un amiguete necesitaba contratar un gasolinero. Me ofrecí, pero él no quería contratarme porque decía que era "desperdiciar mi valía, malgastar mi talento" y que "¡En este trabajo Rodrigo, proyección cero!".  Insistí, volví a insistir, me mantuve en mis trece, le mandé el curriculum y finalmente me contrató, con el compromiso previo por mi parte de mantenerme en el puesto durante una temporadita y no dejarlos tirados a la primera de cambio si me ofrecían algo "más de acuerdo con mi perfil".

Empecé a trabajar en la gasolinera el lunes 02 de noviembre, después de haber estado tres días de mañana y tres de tarde aprendiendo con mis compañeros. Ellos (los compis) merecen una entrada a parte. Algo increíble los dos Ricardos, con más de cuarenta años de servicio a sus espaldas siempre en la misma gasolinera.

Hay dos turnos. Comencé de tarde (de 15.00 a 23.00 hrs), enlace luego con el turno de mañana (de 07.00 a 15.00 hrs) sin descansar ni sábados ni domingo. Ahora estoy en mi semana de descanso, después de haber currado dos semanas sin un solo día libre. O sea: se trabajan dos semanas seguidas sin descansar (una de tarde, una de mañana) y se libra otra.

El lunes empiezo otra vez (de tarde) y juraría que vuelvo a ser feliz (el estado natural del ser humano cuando no está despistado en otras cosas). ¡Me encanta mi trabajo!. Me lo paso bomba, hablo con un montón de gente toda distinta, barro la tienda, friego los baños, vacío las papeleras, muevo sacos y sacos de pelets y bombonas de butano... Todo, como se puede ver ,trabajo especializado,  de alta precisión. Como nunca había hecho ningún tipo de trabajo que requiriese fuerza física me divierte mucho hacerlo ahora a mis casi cincuenta.. Me imagino que más adelante estaré hasta el gorro de tirar de carretillo, de subir y bajar las botellas de butano, y de fregar y barrer,  pero hoy por hoy (y lo único que realmente tenemos es el hoy) me divierto, veo amanecer o atardecer, disfruto del aire libre entre paseito y paseito del surtidor a la tienda y de la tienda al surtidor y al final de la jornada llego a casa cansadísimo pero sin grandes preocupaciones, con lo que disfruto plenamente de Vicky y Bruno (sin amenaza de tormenta en mi mente) y luego duermo como un bebé. Y eso amigos, ¡eso, no tiene precio!.

Mi cuñado me dijo una vez: "Haz lo que te de la gana, vende casas, pinta cuadros, da clases de japones, crea redes comerciales... pero hagas lo que hagas ponle pasión y trata de ser el mejor". En ello ando. Mi objetivo ahora mismo: Ser el mejor gasolinero.

A ver cuando llegue la nómina a fin de mes... Si de verdad cobro lo que me dijeron, (que es una cantidad suficiente para vivir sin problemas -sin lujos, pero sin problemas-), será ya la repera.




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