martes, 8 de diciembre de 2009

UN VIEJO QUE LEIA NOVELAS DE AMOR

Una auténtica gozada. Colorista y vital. La lluvia te empapa, se aprecian los tonos verdes, se palpan las texturas y hasta se huelen los olores de la selva amazónica. Narrativamente me recuerda al grandísimo Vargas LLosa. En lo argumental y en el fondo, sin tener nada que ver una novela con la otra, me hace pensar en "El viejo y el mar", tal vez porque ambos personajes rezuman la sabiduría y dignidad que otorgan los años (a los que tienen interés en adquirirlas) y los dos muestran un enorme respeto y admiración tanto hacia su adversario (la trigilla en un caso, el pez espada en el otro) como hacia la madre naturaleza, bien sea la selva o el mar dependiendo de cada libro.
Antonio José Bolivar Proaño es uno de esos pocos e inolvidables personajes que por entrañables, consiguen hacerse querer como si fueran parte de tu familia y que te hacen desear haber conocido a tus abuelos y que ellos hubiesen resultado ser tan humildes, carismáticos y humanos como el viejo que sólo se calzaba su dentadura postiza, desenvolviendola de su pañuelo, si tenía que comer o hablar con alguién.
En este caso la brevedad no resulta ser virtud, porque cuando paladeas cada palabra, cuando disfrutas cada frase, e incluso relees paginas completas sólo por el placer, casi físico, que te produce y el libro solo tiene ciento treinta y cinco, echas de menos que Sepulveda no se decidiese por un tocho tipo sueco de los que se estilan ultimamente.

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1 comentario:

Teresa dijo...

El título de por sí ya es una maravilla.

Pensé... ¡un hombre romántico! ¿Por qué las mujeres creemos que los hombres no tienen corazón? ¿Será verdad?

(el detalle de llevar envuelta la dentadura es todo un aliciente)

Habrá que pedírselo a los RRMM